UNA HISTORIA DE LAS DROGAS CON TINTES LEGALIZACIONISTAS

PELIMEXIC

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Análisis sobre una historia de las drogas con postura legalizacionista y la omisión de la historia de la adicción.

Una opinión critica al libro de Antonio Escohotado "Historia de las Drogas"

 

¿De qué hablamos cuando hablamos de drogas? Una pregunta que resultaría obvia y más aún para profesionales de la adictología, presenta sin embargo aristas que por parecer implícitas en la definición pueden escaparse del análisis. Según Escohotado, (1996) “por droga seguimos entendiendo lo que hace milenios pensaban Hipócrates y Galeno” en otras palabras el autor afirma estar hablando de lo mismo cuando usa la palabra droga en su obra, ya sea en la antigüedad, en la edad media o en la época contemporánea. Que el autor abra con esta frase su obra sobre la historia de la droga, nos da la imagen de un grupo de objetos (las drogas) inmutables, estáticos e inamovibles que asisten a los devenires de la historia humana como mudos compañeros de hombre, a veces aceptados otras veces odiados, pero siempre involucrados en la historia. Según Agudelo, (2011) “la idea de imaginario para los historiadores podría resumirse como el conjunto de representaciones colectivas relativas a cada sociedad” y en este sentido la obra de Escohotado, nos lleva de la mano con el significado que para cada sociedad tuvieron las drogas, pero en este viaje  el autor parece olvidar que la relación de un objeto con un sujeto siempre está marcada por la una interacción recíproca, cambiante, pues no somos los mismos humanos los que nos exponemos a las drogas que hace dos mil años, ni son con mucho las mismas drogas las que están disponibles hoy para los humanos. Así al llegar en su descripción a la época moderna (siglo XX), la narrativa histórica empieza a dar lugar a una narrativa de lo contemporáneo y un análisis de la relación actual de la sociedad con las drogas a la luz de la relación pasada de otras sociedades con las mismas, centrado el tema del discurso en el prohibicionismo y sus consecuencias. Pero ¿Estamos hablando de lo mismo cuando hablamos de drogas en el pasado y en la actualidad?

 

Historia de las drogas ¿Historia de la adicción?

 

 De acuerdo a la edición en línea del diccionario de la real academia española, en búsqueda de la palabra droga, encontraremos una acepción general  “Sustancia mineral, vegetal o animal, que se emplea en la medicina, en la industria o en las bellas artes” (Real Academia Española, 2014) seguida de otras más particulares “Sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”  (Real Academia Española, 2014) e inclusive  en la misma definición se hace referencia a las “drogas duras” y las “drogas blandas”, diferenciándolas unas de otras según cuanto adictivas son unas y otras. Esto es importante, pues si como afirma Ortega (2015), “Las palabras son convenciones, sí, pero sancionadas por el uso”, entonces el uso de la palabra droga pareciera haberse movido hacia un concepto de una sustancia relacionada al mundo de la adicción. Tal como lo señala el Glosario de términos de alcohol y drogas (Organización Mundial de la Salud, 1994) “En el lenguaje coloquial, el término suele referirse concretamente a las sustancias psicoactivas y, a menudo, de forma aún más concreta, a las drogas ilegales.“ Y ambas, sustancias psicoactivas y drogas ilegales, tienen una relación inmediata con la adicción. Palabra de origen latino, que sin embargo no se usó en el contexto del uso de sustancias sino hasta mucho tiempo después y que hoy día refiere directamente a una enfermedad, con toda la carga cognitiva de dicha palabra.

 Así pues, en la cotidianeidad, en el imaginario colectivo, entendido este como “el conjunto de mitos, formas, símbolos, tipos, motivos o figuras que existen en una sociedad en un momento dado”  (Ramirez, Gomez, & Silveti, 2014), los términos droga, drogarse, adicto, adicción, parecieran compartir el mismo campo semántico, con significados más o menos conexos. 

Para Luengo (2002), “la manera como la realidad es concebida y pensada genera consecuencias en nuestra vida individual y social” lo cual es relevante porque la relación del individuo con la droga, se verá fuertemente determinada por la concepción que tenga de esta, no solo el individuo, sino la sociedad en la que este está inscrito. El mismo autor nos recuerda que “a un paradigma de pensamiento, a un modo de conocer la realidad, le corresponde un paradigma ético” (Luengo, 2002), así que lo que es bueno y malo con respecto a las drogas en un momento histórico, también estará determinado por lo que se piense acerca de ellas en ese momento y lugar. Entonces, al no existir separación entre drogas y adicciones, ambas parecen compartir el mismo juicio de valor social, no diferenciando unas de otras. Esto llevado al extremo, puede resultar peligroso, cayendo en pensamientos anti-farmacológicos, donde el uso de cualquier medicamento es concebido como un “drogarse” y si de adictos en recuperación hablamos, en un “recaer” con todas las implicaciones que esto conlleva, tal como se reconoce en un folleto de A.A. que habla al respecto: “A causa de los problemas que muchos alcohólicos tienen con los medicamentos, algunos miembros han tomado la postura de que nadie en A.A. debe tomar ninguna medicación” (Alcohólicos Anónimos, 2011) .  Pero nada impide que el constructo funcione al revés, haciendo que una apología de las drogas (como concepto abstracto y ya vimos antes inamovible) pueda entenderse por la colectividad como una defensa de la adicción. En el libro de Escohotado los capítulos XVI, XVII y XVIII resultan un recuento pormenorizado del rosario de las desgracias y desatinos que el prohibicionismo ha dejado en Estados Unidos y el mundo en general, incluidos resultados paradójicos, así como contraproducentes. La idea central del libro es describir la relación de la humanidad con las drogas, para luego hacer una defensa implícita de la legalización. El peligro de este otro extremo es que se confunda despenalización (o legalización) con inocuidad y a su vez una negación de la adicción. Esto ya lo ha visto el mundo antes con los movimientos anti psiquiatría que no solo criticaban el sistema psiquiátrico, sino que negaban la existencia misma de la enfermedad mental, por lo que en su concepción, no hay razón para la existencia de  psiquiatras y medicamentos psiquiátricos. (González-Casanovas, 2012)

 

En la obra de Escohotado, podemos diferenciar tres momentos históricos que parecieran ir de una postura a la otra, la antigüedad (donde las drogas son concebidas como neutras), la edad media (donde se sataniza todo tipo de droga en nombre de la fe) y la época moderna proyectada luego hacia el siglo XIX y XX, donde se aprecian fuertes contradicciones en la relación con las drogas.  Durante el desarrollo de estos momentos, va prefigurándose la tesis central, ya descrita, de los últimos capítulos. Tanto cuando describe como entre los griegos “la peligrosidad social se concentró solo en el vino”, como de la visión de Filon y la “sobria ebrietas” y más tarde la inocuidad del opio en el islam.

Sería imposible analizar todos estos momentos históricos y compararlos con lo que otros autores proponen, sin embargo, un comentario se podría hacer sobre algunos de ellos.

Para Escohotado, en su introducción, la relación de la humanidad con las drogas, de origen indudablemente vegetal, se remonta a bandas de cazadores -recolectores que las aprenden a usar con fines religiosos, chamanicos y de sacrificios rituales. Hace referencia a la abundancia de plantas psicoactivas asi como al uso con fines “a veces religiosos – otros solo hedonistas-“ (sic) del hombre antiguo. Pero ¿es que estas sustancias no generaban adicción en aquella época? ¿Acaso estamos ante un paraíso psicofarmacológico, donde el hombre se relaciona sin consecuencias con las drogas? Escohotado guarda silencio al respecto. Debemos recurrir a otros autores, como  Lima-Rodriguez, Gonzalez-Zavala, Barriguete-Mazmela, & Maccheto, (2012) para quienes el uso de las sustancias psicoactivas es también nutricional, festivo, terapéutico y sacramental. Sin embargo, señalan algunos aspectos  adicionales que Escohotado dejo de lado, como el hecho de que en la prehistoria las drogas fueron un recurso limitado, por lo que “los efectos de la droga en el sistema meso límbico de dopamina eran mínimos, temporales y de baja intensidad” (Lima-Rodríguez, et al, 2012). Así mismo los comportamientos adictivos no eran evolutivamente rentables, en el ambiente hostil de ese tiempo. También llaman la atención sobre lo infrecuente que podría haber sido el uso de sustancias psicoactivas puras en la prehistoria. Esto podría explicar la convivencia de los humanos primitivos y las drogas sin adicciones.

 

El tema del opio es tratado por Escohotado a lo largo de todo el libro, señalando su popularidad en el mundo griego, comentando que más tarde la adormidera es  una (de las dos) plantas fundamentales del imperio romano, aunque señalando sin embargo que “los usuarios regulares de opio no existen ni como casos clinicos ni como marginados sociales” (Escohotado, 1996). Comentando que para la cultura árabe, es preferible “la ebriedad por opio que por alcohol”, pues el alcohólico tiene una vida más corta y conflictiva que el usuario de opio. Para este autor en la edad media, el opio cae junto con todas las demás drogas, en la satanización religiosa, por lo que saluda el que “las drogas del paganismo emergen a la luz del dia” (Escohotado, 1996), en el siglo XVII, con el láudano de paracelso o los polvos de Dover  que “se vendían en boticas como hoy la aspirina o el bicarbonato”. Es en este contexto el autor nos introduce en las consecuencias de los afanes prohibicionistas de la China imperial, en los siglos XVII y XVIII a partir de consideraciones políticas y comerciales mas que de salud publica, declarando incluso como “falsas” (sic) las justificaciones esgrimidas por los funcionarios Chinos y señalando repetidamente las consecuencias contraproducentes de políticas prohibicionistas tan brutales como la pena de muerte para traficantes de opio. Por supuesto todo esto desemboca en el desastre de las Guerras del opio. Desde luego, el verdadero golpe a las compañías importadoras de opio, para Escohotado, fue desde luego la legalización de la importación y el consumo asi como reiniciar la producción interna.

Otros autores son mas moderados al respecto, por ejemplo Belsasso, Estañol, & Juárez, (2002), refieren como “China empieza a tener problemas serios por su uso indiscriminado” y refieren las consecuencias nocivas de la ingesta crónica de opio. También nos refieren “los efectos devastadores” que una publicación que hacia apología del opio genero al incrementar su consumo en diversos países.  Por otro lado, Connely-Ortiz, (1990) distingue dos tipos de preparados consumidos en China, el Madak (una mezcla de opio crudo disuelto en agua, hervido y colado) que se consumía tradicionalmente y lo diferencia del opio refinado y puro, que se empieza a fumar en China en 1760, proveniente de comerciantes europeos. Esta autora refiere como para 1832 “la adicción al opio entre ciertos sectores del ejercito había llegado a tal grado, que les impedía combatir cuando era necesario” (Connely-Ortiz, 1990).  Destaca también que el uso del opio en China para fines medicinales y que fueron los extranjeros quienes introdujeron la costumbre de fumarlo. No relata también el aumento lento pero constante de la cantidad de opio que llegaba al país asiático proveniente de la India, el aumento del contrabando y como la oferta creo demanda en dicho país.

La autora nos cuenta un episodio ocurrido en 1836, donde dos ministros hacían sugerencias al emperador, uno de ellos Xu Naize, legalizacionista hacia ver lo inútil de las penas severas a traficantes y consumidores, además de la perdida de plata por el contrabando. Para este ministro el legalizarlo permitiría controlar la importación y regular el consumo. El ministro Zhu Zun tenia una visión opuesta, donde hacia énfasis en hacer prevalecer la ley, obligando a funcionarios y castigando a quien desobedeciera.

“Para Zhu Zun las repercusiones negativas del comercio de opio sobre la economía eran de menor importancia; lo primordial era evitar el efecto dañino que ese comercio causaba en la salud y el bienestar del pueblo, por lo que había que tomar las medidas pertinentes para detener su avance” (Connely-Ortiz, 1990) p-396.

 

 

 

           

    

 

Terriblemente actual nos resulta sin duda estas dos posiciones encontradas entre ministros del emperador; con lo que queda claro que la discusión entre prohibir y legalizar no es nueva. El panorama sin embargo incluye aquí el componente adictivo, como parte del debate y razón clara de la problemática China, al contrario que Escohotado, Connely toca ambos puntos de vista, no negando ni difuminando el problema de salud pública que para China era el consumo del opio.

 

Conclusiones

 

En una cultura donde parecen mezclados en forma indisoluble los conceptos de droga y adicción, algunas posturas legalizacionista podrían estar olvidando el mensaje que al imaginario social se está mandando, donde una tolerancia a la droga puede ser interpretada como una apología de la adicción. Es paradigmático el ejemplo de la despenalización (descriminalización) de la posesión de ciertas cantidades de droga en México en  2009 (Diario Oficial de la Federación, 2009). Para el imaginario colectivo esto pareciera haberse entendido no solo como una legalización del consumo sino un en una convalidación del mismo. El libro de Escohotado nos hace un recuento de la relación de la humanidad con las drogas, pero parece olvidar en dicha relación, el componente de la adicción a las drogas en la historia, quizá dando por sentado que dicho concepto es consecuencia de la misma política prohibicionista

 

“En España, por ejemplo, tras la reforma penal que distingue drogas duras y blandas, disponer de hachis y fumarlo – incluso en publico – deja de ser peligroso y al dejar de serlo pierde contenido apasionante, heroico o herético; desprovisto de valor ceremonial, sus provisiones se empolvaran en mesillas de noche y escritorios” (Escohotado, 1996) p -175

           

 

 

 

 

 

            Temeraria afirmación esta, donde la droga tiene encanto en cuanto a que prohibida y una vez legal lo pierde. Con esta consideración, el alcohol y el tabaco no deberían pues de estar generado mayores problemas sociales ni de salud. Ni la adicción debería estar siendo estudiada sino desde un punto de vista sociológico.

 

            Lamentablemente el libro de Escohotado pareciera estarnos contando una historia, cargada hacia demostrar una tesis central, legalizacionista, con lo que su narrativa pierde en objetividad, dejando de lado el análisis del fenómeno adictivo y centrándolo solamente en las consecuencias sociales y políticas. Paradojicamente, sin embargo, esta historia de las drogas podría ser concebida como una historia de la adicción, al caer ambos términos, como ya se dijo, en el mismo campo semántico en el imaginario colectivo.

 

Presentado originalmente para la Maestría en Adicciones en el Centro de Estudios Superiores Monte Fenix